El interior de la Catedral cautiva al visitante por su sencillez, armonía y belleza. El templo actual es un edificio de tres naves, con bóveda de crucería sobre arcos apuntados. Se pueden observar los diferentes estilos en los que se fue construyendo, fruto de ampliaciones y reformas a lo largo del tiempo.
El románico se conserva en la puerta principal y en la nave mayor, además de en sus capiteles. El gótico se presenta de forma más clara en el crucero, sacristía, sillería del coro o en el rosetón de su fachada principal, así como en las pinturas de la nave central. Las ampliaciones barrocas se manifiestan sobre todo en la fachada tras sus ampliaciones.
En definitiva, un envoltorio barroco que alberga en su interior un templo medieval único que cautiva a todo aquel que lo visita.
Los conjuntos de vidrieras repartidos por toda la catedral proveen de luz el interior del edificio convirtiéndolo en un espacio místico y espiritual. Su principal vidriera es la del rosetón, la cual conserva el círculo central original del anterior rosetón románico con la figura del Salvador. El resto de vidrios se recompusieron a principios del siglo XX según los viejos modelos medievales.
Las demás vidrieras son del siglo XIX. En los brazos del crucero, dos vitrales con las figuras de San José y San Antonio Abad. En las naves laterales, cuatro con las figuras de los Evangelistas. Las otras cuatro comparten dibujos geométricos y vegetales.